Como en la vida misma,
la poesía flamenca distingue entre dos clases de
consejos:
los que se dan con buena intención
los que se dan con buena intención
y los que pretenden hacer daño.
Entre los primeros estarían sin duda los consejos de una madre.
Manuel Vallejo con Ramón Montoya. Malagueña
Una pena lenta y mala
se ha llavaíto a la mare mía.
Hasta la cama temblaba
Hasta la cama temblaba
de ver lo que me decía
y los consejos que me daba.
Pepe Pinto con Niño Ricardo. Fandangos
Me dio un consejo a mí mi mare un día
y nunca lo quise tomar.
Pero luego a los pocos días
vi claro que era verdad
lo que a mí mi mare de mi alma me decía
Y los otros, los que no se piden pero que
siempre hay alguien "con buenas intenciones" que los da:
Luis de Córdoba con R. de Algeciras y E. de Melchor.
Los consejos. Tangos
El día que me dijiste: ya lo nuestro ha terminado,
que mal corazón tuviste; sufrí más que un condenado.
No escucho a nadie, se vive a gusto
hay quien disfruta dando disgustos.
Maldita sea toda la persona que el mal desea.
Sin pensarlo lo dijiste siendo feliz a mi lado
y yo sé que tú lo hiciste por consejos que te han dado
No escucho a nadie...
Yo viviré con la pena de no volver más a verte
pero por ser tú tan buena siempre tendré que quererte
No escucho a nadie...
Yo sufriré la condena de no volverte más a ver,
maldita sean las lenguas que hablan lo que no es
No escucho a nadie...
¡Satispen thaj mestipen!
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